26/10/07

Los Huasos de la Plaza Constitución

“Voy a tomarme el olivo, voy a tomar que tengo sed. Voy a tomar agua bendita, voy a beber para creer. Voy a tomarme hasta el pelo, mi pelo por favor con mucho hielo. Voy a tomarme hasta los trenes que no van a venir”.

“La mitad del Amor”
Álbum “La Lengua Popular”
Andrés Calamaro

Tengo mi cerebro naufragando en alcohol. Son las seis de las tarde y mi sobriedad se fue a dormir muy lejos de aquí. Por más que la busco no puedo dar con ella. Hace muchos minutos dejé de ser un hombre sensato. Ahora sólo disparo sandeces y eufemismos sin tregua, como si estuviese en guerra con mi entorno. Arrojo palabras sin un hilo conductor claro, solamente tiro mensajes a mansalva, para el que quiera tomarlos. No ando selectivo, voy a la masa. La señora cerveza ha tomado el comando de mi cuerpo y mente. Ya nada puedo hacer. Soy un cuerpo sin voluntad, soy una locomotora sin chofer. Estoy ebrio. La estupidez y la calentura se han apoderado de mi organismo, dándole un golpe de estado a mi débil templanza.
Al frente de lo que queda de mí está el Guatón Moncada con dos minas. Ellas son: Madison y Mariyó, mejor conocidas como las M&M (por lo redonditas y coloridas que se ven). Estas minas son las titulares de la Morza. Las que nunca le fallan, la que van a todas por él. Son sus fanáticas (con ellas puede comprobar que sí existe Dios para todos). En el fondo son buenas chicas, están bien enseñadas. Son de esas niñas que siempre se comieron toda la comida cuando pequeñas, que nunca dejaron nada en el plato. Unas golosillas de primera categoría. Aperradas hasta al final. Siempre aportan con lo suyo, no arrugan, no tienen miedo a los kilos demás de la Ballena Moncada o de mi inestable estado de humor. Todo funciona bien, siempre y cuando el Gordo siga invitando cervezas. Es un trato justo en el fondo, no nos podemos quejar.

-Hut levanta la cabeza de la mesa –me avisa el Gordo.
-Ya po Hut. Nos van a echar de aquí y yo todavía no termino mi cervecita –me dice Madison con cara de angustiada-, ¡¡¡levanta la cabeza po, cabro pavo!!!
-Tranquilo compadre –balbuceo desde mi puesto. Mientras un hilo de saliva rueda por mi mentón en dirección a la mesa.

Después de ver mi lamentable estado, el Gordo decide marcharse de la maltraída fuente de soda para ir a filmar. Con un tono imperativo, digno de un emperador romano, Moncada ordena “secuaces, es hora de grabar. El día está perfecto y, con tantas cervezas en mi mente, he recuperado mi inspiración de director”. En ese momento paga la cuenta y saca su cámara portátil JVC de 1.33 mega pixel de su chaqueta. La Morsa Moncada, entre tantas fantasías que posee, siempre se ha creído un director de cine aún no descubierto por la industria hollywoodense.
Caminando por Teatinos yo abrazó a Mariyó para no caerme en el asfalto debido a mi embriaguez, a medida que avanzábamos por la acera me convenzo de agarrarle una pechuga a mi fiel apoyo. De a poco comencé a deslizar mi mano hasta que llegué a ese preciado cerro sudoroso. Mariyó no se inmutó, no dijo nada. Sólo se cagaba de la risa de mi caminar cantinflesco.

De repente llegamos a la Plaza de la Constitución, este espacio fue remodelado en 1983 (por los arquitectos Cristián Undurraga y Ana Luisa Devés). El nuevo modelo de plaza, donde se mezclan la plaza dura y la verde, termina con el rol protagónico que el automóvil había adquirido en este lugar décadas atrás. Aunque la plaza de los años ’30 fue borrada con esta nueva intervención, existen en ella algunas huellas de los elementos que han conformado la plaza cívica de La Moneda a través de su historia.





Desde los tiempos de la colonia el lugar no fue una plaza, sino que estuvo ocupado por las casas de distintos vecinos de la ciudad. A comienzos del siglo XX se dejó libre el lugar, pero quedó vacío y llano. Durante el gobierno del presidente Arturo Alesandri Palma se le encargó a arquitectos diseñar un barrio cívico, lo cual se vino a hacer realidad en la década de 1940. De ahí entonces se hizo una especie de paisajismo y se ornamentó la plaza.
El entorno de la Plaza es muy citadino. Los edificios de los ministerios, que datan de la década de 1930, tienen una altura promedio de 13 pisos y son muy homogéneos en cuanto a arquitectura y diseño. Algunos consideraron que eran un "atentado a la ciudad" por sus formas un tanto duras, pero con el paso del tiempo éstas se han ido acoplando con el entorno de la ciudad al haber un explosivo crecimiento, durante las últimas décadas, de los edificios en altura.
Una vez en la Plaza de la Constitución el Gordo Moncada intenta entrevistar a unos ejecutivos sentados en unas bancas de la plaza. A primera vista estos jóvenes trabajadores tienen pinta de empleados públicos, pero nunca se sabe bien dónde pueden desempeñarse profesionalmente.
-Hola soy director de cine y periodista. Estoy realizando un documental sobre la historia arquitectónica de nuestro país. ¿Te puedo hacer algunas preguntas sobre nuestra capital? –inquirió el Gordo mentiroso.
-Sabe, yo no sé nada de eso. En el fondo no tengo opinión de nada –respondió un joven ejecutivo, con una expresión entre sorpresa y molestia en el rostro.
-Da lo mismo, sólo quiero saber tu opinión. Nada más, por favor –rogó la Morsa con un buqué de cerveza caliente inaceptable.
-Mira acá nadie tiene opinión. Nos da lo mismo. Nunca nos hemos preguntado por la arquitectura de Santiago. Es más, no sé cuál es el verdadero significado de arquitectura –dijo en tono burlesco el lozano trabajador.
-Entonces para qué te vistes de chaqueta y corbata, si en el fondo eres huaso culiado que no tienes idea de nada –remató el Chanco.
-Qué te pasa guatón chuchatumaire.
-Me pasa que no aguanto a gente como ustedes, papalotes de cuarta.
-Entonces ándate a come cazuela para otro lado y de paso llévate a las dos guatonas y al narigón borracho que te acompañan.

En ese momento intenté reaccionar con violencia, pero mi cuerpo no respondió a mi mandato mental. Se quedó donde mismo, agarrándole el melón calameño a Mariyó con firmeza.
A las M&M les dio lo mismo la ofensa, al parecer estaban acostumbradas a ese tipo de tratos en nuestra ciudad. Nos fuimos derrotados del lugar como un perro castigado por su amo. Después de ese nefasto encuentro, la Morsa cayó en la máxima frustración posible, incentivada también por las chelas que habíamos ingerido antes. Ya ni comer quería, sólo rondaba en su mente las pocas oportunidades que tenía en Chile para desarrollar su arte. Estaba muy bajoneado, con suerte se comió dos completos del Dominó de Huérfanos. Por su parte, Mariyó y Madison hacían lo posible por subirle el ánimo, pero el robusto artista había perdido la inspiración. Estaba destrozado.
Mientras miraba esta escena, mi cuerpo estaba sentado en el asfalto, como un indigente. Mi mente seguía funcionando, pero mi voluntad se fue a la mierda. A lo mejor está en Venezuela tomando sol o anda saber tú dónde pueda andar. Lo que sí tengo claro es que estoy muy borracho y que en este momento ni dignidad poseo.

21/10/07

Persa Bio - Bio


Fotos (Flickr): Fixedfocus

Mientras mi Padre, genio para algunos o un fracasado para otros, regatea el precio de unos libros con el Loco Arancibia en un galpón del Persa. El Guatón Moncada junto con Martín “Cesar del Festín a la Romana” González se están devorando todas las pizzas del puesto de comida que hay a la entrada de este almacén. Desde lejos escucho una voz impertinente que intenta venderme un IPOD de 30 gigabites, con 500 canciones incluidas y 100 fotografías privadas a 90.000 pesos (aún el aparato poseía algunas calcomanías de su antiguo dueño). Metros más allá, el Papagayo –genio de lo absurdo- está adquiriendo unos pantalones de segunda mano a un altísimo precio, imponiendo una nueva forma de quedar endeudado en pocos segundos. Es un genio ¿qué vamos hacer?
Se escuchan nuevas ofertas a lo lejos, desde muñecos Mattel en paupérrimas condiciones hasta vinilos que traen algunos relatos radiales de los clásicos universitarios de antaño, cuando el Ballet Azul estaba en pleno apogeo.
Lavadoras, cocinas, revistas, libros, imitaciones de zapatillas deportivas estadounidenses, muebles, celulares, radios, encendedores, calcetines, dvd`s, cd`s, casettes, polerones, calzones, cuchillos, micrófonos, pendrives, pilas, bicicletas nacionales, imitaciones de marcas por doquier, completos, empanadas, maní confitado, algodones de azúcar, brotes de palmeras, pistolas de juguete, taladros, martillos, machetes, instrumentos musicales, radios pioneras en paupérrimas condiciones, televisores Bolocco, juegos de Sega Genesis, transformadores de energía, teléfonos varios, bares de maderas realizados por artesanos capitalinos, relojes de dudoso funcionamiento, cordones de zapatos y muchos cachureos de escasa utilidad. Millares de vendedores pasan por la retina de mis ojos en pocos segundos, trato de mantenerlos en mi mente, pero el fluir de los objetos en venta es tan vertiginoso que me es imposible. Todos estamos en una gigantesca fila india, viendo-analizando-regateando-cuestionando-comprando-rechazando las distintas ofertas del día. Siempre hay cosas nuevas que atrapar en esta gran feria. Es increíble, hay de todo. Es en el único lugar donde lo prohibido, se transforma en legal a vista y paciencia de todos los presentes. Nadie es culpable. Todos son honrados trabajadores que no le han hecho mal a nadie. Es una gigantesca industria de lo ajeno, que no tiene límites ni trabas. En estos puestos se puede vender de todo, no hay impuestos ni boletas. Es el libre mercado en su máxima expresión, en donde el soberano juego de la oferta y demanda se desarrolla en pleno.
Mi Padre, al final, consiguió el precio que quería llegando a un acuerdo con el Loco Arancibia. Por su parte, la Morza Moncada y Martín “Tetas hasta las Rodillas” González consumieron todo lo que tenía previsto vender el dueño de la pizzería en el fin de semana. Papagayo fue coronado como el cliente de la década, por el negocio que realizó en unos pocos segundos. Hasta fue declarado comprador vitalicio del Persa, entregándole un trofeo con su nombre ¿qué vamos hacer? Es un genio.

12/10/07

Vamos al Estadio Nacional

Fotos (Flickr): La Natalia, Oscar Rosales y LagosDomingo@Monterrey.


Esta vez no me chantajearán como siempre, ahora tengo un plan que no fallará. Tendría que pasar algo demasiado raro para que no funcione, como que Martín “Chacal de la Cazuela” González nunca más pida repetición de plato a la hora de almorzar o como que Papagayo se vaya becado a Harvard. En serio, sólo algo realmente insólito puede frustrar mis intenciones.
Todos vamos en el nuevo auto del tío Martín –padre de Martín “Tetas hasta las Rodillas” González y DT de F.C. Extremo Sur-, es una camioneta 4X4 de origen japonés. El tío compró este vehículo con la finalidad de acarrear a todos los amigos de Martín “Bola de Grasa” González a los mediocres exhibiciones que entrega F.C. Extremo Sur en Santiago. Hoy se juega el Clásico Universitario y es tradición ir a verlo en conjunto.
En el grupo de amigos todo son hinchas de la Universidad Católica, con la excepción de la Morsa Moncada y yo. El Guatón es admirador del Real Madrid, a pesar de nunca haber tocado suelo español en su puta vida. Así es el Gordo ¡qué vamos hacer! En cambio, yo desde que nací fui de la “U”, principalmente por una cuestión de principios. En mi familia todos son “cruzados”, aun cuando nunca vayan a la cancha a alentar a su equipo. Son de eso típicos hinchas pasivos, esa escoria humana que nunca va al estadio ya que mira los partidos por televisión o simplemente no los ve. En el fondo les da lo mismo.
Como es tradición, el Guatón Moncada se fuma un pito antes de que el tío Martín lo pase a buscar. Por eso siempre habla estupideces seudo-intelectuales en el trayecto a la cancha.

-Tío ¿sabía que el 70% de las mujeres detenidas en las cárceles de nuestro país son por el delito de microtráfico?
-¿Es en serio lo que me estás diciendo Moncada? –le responde el tío Martín mostrando cierto interés en el tema.
- Sí tío, lo leí en un reportaje de la revista “No Más Prensado Por Favor”. ¿La conoce?
-No, ¿es chilena esa publicación Moncada?
-¿Por qué no le dan un italiano al Gordo para que se quede callado y podamos escuchar tranquilos la radio? –grito desde los asientos traseros.
-Cállate Hut. Estamos hablando cosas importantes acá adelante. Tu mejor prepárate psicológicamente para el webeo a la vuelta del estadio. Después que la “Cato” haya goleado a esos chunchos maracos –chilla la Morsa desde el puesto del copiloto.
-Sí, eso es verdad. chuncho cagón –me grita el tío Martín de remate.

Ese Gordo hijo de puta, sabe como aprovechar las oportunidades. Es un populista de esencia. Debería ser político cuando grande, podría formar el “Partido Demócrata Liberal Fumeta (PDLF), seguro tendría adherentes en nuestro país. Nunca falta el hippie trasnochado que se motiva. El Gordo tiene pasta de activista, sabría hacerse escuchar por las masas. Además si no es político no le queda otra que ser narcotraficante. No tiene más alternativas el rechoncho ese.

El tío estacionó el auto en la calle Carmen Covarrubias. Ahí le paga a una vieja para dejar la camioneta guardada en su casa mientras vemos el partido. Éramos cinco los del grupo: El tío, su hijo Martín “Chancho Indecente” González, Gordo Moncada, Papagayo y yo. Cada uno tenía una entrada en su poder, compradas anticipadamente para evitar problemas en el ingreso. Todo estaba en orden en ese minuto, era el momento de a aplicar: La Operación Desmarque.
Mi intención era perderme dentro del estadio, para no tener que ver el partido desde la barra de la Católica. Siempre -desde muy niño- tuve que observar los partidos desde ahí. Es lejos lo más frustrante que me ha tocado vivir. Siempre se han negado -todo F.C. Extremo Sur- a acompañarme a Los de Abajo. ¡¡¡Pusilánimes!!!
Sin embargo la historía tenía que cambiar. Era una fijación personal mirar alguna vez un clásico -en el Esatdio Nacional- desde abajo del marcador. Donde la hinchada azul canta a todo pulmón. Como tan marica de no cumplir esa inquietud que tenía deambulando por mi mente durante tanto tiempo. No podía desperdiciar esta oportunidad. No quería salir otra vez arrancando del estadio 10 minutos antes del término del partido, como siempre lo ha hecho el tío para no encontrarse con los "patos malos" de la Chile. Es un acto muy poco digno, realizado por muchos cagones de nuestra capital.
Frente a nosotros está el Estadio Nacional, nuestro más grande coliseo, ubicado en plena comuna de Ñuñoa. Fue inaugurado el 3 de diciembre de 1938. Definitivamente los años le han pasado la cuenta a este reciento, a simple vista los cimientos de hormigón se ven muy deteriorados por la acción de las filtraciones de lluvias y las evacuaciones de aguas servidas. Es más, la Dirección de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Universidad Católica examinaron exhaustivamente las instalaciones del Nacional por 10 meses, para determinar si se debía refaccionar esta wea o si la solución definitiva era... ¡Echarlo abajo! La conclusión fue categórica: el Estadio Nacional está para la cagada. Está jugando los descuentos.

En fin, mientras ingresamos al estadio. El Gordo Moncada no aguantó el hambre y junto a Martín “Malo para la Carbonada” González fueron a comprar un sandwich de potito donde la tía Lucy. Era claro que los habíamos perdido, esos barriletes jamás volvieron, fueron absorbidos por el olor engatusador de los sandwiches de potito. Sólo éramos tres los que seguíamos en batalla. Pobre tío, tendrá que ver el partido con la poco motivante compañía del Papagayo (de vueltas a las calles después de su eterno castigo).
Luego de pasar el primer control, le dije al tío que iba a esperar a los gordos, para que no se perdieran.
El tío Martín me respondió:

-Bueno, quédate con el Papagayo esperándolos. Tú sabes donde nos sentamos siempre, a la derecha de la barra de la Católica ¿Ok?
-Sí tío, tranquilo –le respondí maquiavélicamente.

Después de algunos minutos le dije al Papagayo que estos gordos los habíamos perdido. Que la gula es más fuerte que el fútbol para ellos. La comida los había vencido una vez más y que no van entrar. "Papa cuando la marraqueta manda no hay nada que se pueda hacer para evitarlo, así es la vida. No todo es perfecto" le dije con voz de sabiduría. Tengo que aclarar que persuadir al Papagayo no es muy difícil, es algo trivial. El Papa no tiene mucha intuición, tampoco posee mucha voluntad y ni pensar que goza de alguna iniciativa. El papagayo simplemente se deja llevar. Es el típico huevón que no molesta, por el mismo hecho de ser huevón. Por eso -en ese momento- concluí que lo más difícil de mi plan ya estaba resuelto.

-¡Apúrate Papa! Es por acá la entrada. El partido va empezar.
-Dale… Oye Hut ¿por qué en todos los hinchas de la Católica andan de azul?
-Es la nueva camiseta de visitante.
-¿En serio? –responde sorprendido el Papagayo.
-Sí Papa, ¿no ves las noticias? ¿Qué mierda hiciste todo este tiempo encerrado?
-Estudiar.
-¿Y nada más?
-No.
-¿Y cómo te ha ido?
-Bien. Estoy pasando 5 de los 14 ramos que tomé.
-¡¡¡Buena Pitágoras!!!


Una vez dentro del coliseo la sensación de victoria fue total. Ya nada podía arruinar mi triunfo, al fin voy a ver el partido de la Universidad de Chile en su barra. Basta de viejos graves, de niñas giles o de barristas de medio pelo. Ahora estaba en una barra de verdad. En ese justo momento, antes de que los equipos salieran al campo de juego, el Papagayo me pregunta:






En verdad el Papa siempre sorprende. Qué podremos esperar de este personaje en 30 años más, no me creo capaz de visualizarlo en este momento. Podría revolucionar los estándares mundiales de la medicina. Es un caso digno de estudio. Es uno en millones.



El partido había comenzado y el Papa seguía preguntando por el tío y otras tonteras sin importancia. Al lado nuestro estaba un hincha que mientras miraba el partido y intentaba escuchar los comentarios del programa "sintonía azul" por unos audífonos de dudosa calidad. En el ambiente se respiraba una mezcla de transpiración, vino, polvora y marihuana prensada. Muchos pendejos haciendo cualquier cosa menos ver el enfrentamiento. Al final del primer período, la “U” se ponía en ventaja. Golazo de Marcelo “Matador” Salas. Le grité el gol en plena cara al Papa. No pude aguantarme, él me intentó de pegar disimuladamente, pero claramente el ambiente no era el más apropiado para demostrar su fanatismo cruzado.
Lamentablemente en el segundo tiempo, el partido sufrió un vuelco inesperado. Con dos goles de Gary Medel, Universidad Católica se quedó con el triunfo. El Papa no pudo celebrar ni un puto gol. Tuvo que quedarse callado durante todo el encuentro. Al fin pude cobraba venganza indirectamente de tantos goles no celebrados en mi vida. A pesar de la derrota, el Papagayo ahora fue el extraño hincha que no hablaba, no gritaba, no decía nada. Fue el único mienbro de Los de Abajo en ese día que se fue para su casa con una sonrisa de oreja a oreja. Sin reclamar, ni llorar por el poco compromiso de los jugadores y dirigentes con la institución laíca.

2/10/07

Comprando un Regalo en Providencia

Caminar por Providencia en un día hábil a las cinco de la tarde no es fácil. Mucha vieja estrellera deambula por sus estrechas calles a esta hora, quienes juran ser las dueñas de la avenida por el simple hecho de tener un trasero descomunalmente gordo. Más que señoras parecen vacunos transgénicos del McDonalds o la hermana gemela de Fat Bastard en la película Austin Powers: Goldmember.
Además nunca faltan los vendedores nómadas tratando de engatusar a algún distraído peatón con su amplia y trabajada colección de dudosos productos piratas que tienen tendido en el vía pública obstruyendo el libre pasar de la gente malhumorada como uno.
Había un comerciante pirata que gritaba su slogan promocional con un flayte style, sin embargo si se escucha con atención la frase se puede detectar un incipiente dejo mexicano. Algo que sólo se da en nuestro país, se los aseguro.



Las escolares del sector se pasean con sus cortos jumpers, que dejan más que alterados a los pobres vejetes que deambulan por las tiendas de la calle 11 de septiembre. Lamentablemente estos ancianos no les queda otra que mirar disimuladamente a estas niñas y poner cara de huevón al segundo después, para no pasar por viejos verdes. ¡Pobres señores! Son las principales victimas de nuestra cultura represiva. Ni mirar minas se puede después de cierta edad, ya que esa actitud es algo sumamente inmoral (según las obsoletas buenas costumbres de nuestra sociedad). Y pensar que todos vamos a terminar usando el mismo artilugio patético de veterano caliente sin perra que adiestrar.
En fin, siempre he pensado que mucha gente aglutinada en un reducido espacio es desagradable y más en un día soleado como hoy en Providencia.
Mi destino actual es el Portal Lyon, pues voy comprarle un regalo al Papagayo. Personaje visto poco últimamente en los carretes o partuzas de la Institución, ya que está castigado hace varios meses por pasar sólo un ramo de los 15 que había tomado a principio de semestre. Lo peor es que el año pasado no vio ni una en el colegio y su padre tuvo que cambiarlo -a última hora- a un colegio “dos en uno”. Como pueden ver, este cabro es todo un genio.
No es que yo sea un compadre estudioso que siempre pasan todas las asignaturas (es más en este semestre no estoy haciendo absolutamente nada por decisión propia), pero Papagayo forma parte de una estirpe especial de pajeros. Él es una las tantas víctimas del Winning Eleven –juego clásico de la consola Playstation- en nuestra capital. Desde que se compró este juego el Papagayo cagó, así de simple es el diagnóstico. El huevón cagó por el puto “Play”, algo no poco común en nuestra sociedad subdesarrollada.
Según el último estudio de la fundación “Niños con Problemas” -publicado en agosto del 2006- indicó que 35% de los jóvenes que mezclan alucinógenos con videojuegos no superan el primer año de la enseñanza universitaria durante los primeros siete años de matriculación. Claramente Papagayo forma parte de ese porcentaje, toda su familia lo da como un hecho. Nadie desconfía de su débil memoria a la hora de estudiar. Un fracaso por donde se mire. En la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile se está estudiando el caso del Papagayo. El Neurólogo Ricardo Marín siempre se ha cuestionado ¿cómo un joven con estas deficiencias mentales (memoria nula) pudo llegar a cursar primer año en una universidad chilena sin haber sido detectado antes por la medicina nacional? El libro será todo un éxito sin duda, ya que trata siete casos iguales al del Papagayo pero en distintos sectores sociales de nuestra capital. Se titulará: “Jóvenes Idiotas y Sin Memoria: Enfermedad Que No Discrimina el Estrato Social”
Sin embrago Papagayo es un buen tipo, medio saco wea, pero es un hombre de verdad. Por eso lo respeto. Ojalá que el día de mañana pueda ganarse la vida como gamer, freak, estúpido o algo así. No le queda otra al “Papa” (como le decimos sus amigos más cercanos).


Mientras camino al interior del Portal Lyon, me percato que las nuevas generaciones de nuestra capital están realmente cagadas. No es que yo sea muy lindo, pero trato de verme lo más normal posible. Aquí en cambio, entre piercings y tinturas de pelo no se puede diferenciar a un gorila de un ser humano. La cagaron los huevones feos. Mucha guatonas freaks, mucha wea rara por alfrente de mis ojos. Estos compadres creen que andar disfrazados de un transexual a las cinco de la tarde es sinónimo de vanguardia. Simplemente estos huevones son feos y el adoptar posturas estéticas radicales no les va ayudar a solucionar su problema. Por último junten plata y váyanse donde un cirujano plástico, para ver si puede hacer algún milagro con ustedes.

Después de caminar con mucha atención por esa galería, llegué a la Under (clásica tienda de música metalera). En su interior atiende un gordo fofo con anteojos negros –parecido a Obelix pero en versión mapuche- quien me pregunta.

-¿Qué quieres compadre?
-El Heartwork de Carcass.
-Te rajaste socio, éste es el último que me queda –mostrándome el CD de la vitrina.
-¿Cuánto cuesta?
-17 lucas.
-¡¡Culiao!! –reclamé con cara de sorpresa.
-¿Qué? –me interroga el gordo, con un tono de ultratumba.
-Démelo por favor –le dije con cara de maricón arrepentido.
-Ok.

Claramente mi reclamo duró menos que pedo de mina al aire libre. Lamentablemente siempre termino arrugando al final, ni a reclamar últimamente me atrevo. No sé, parece que estoy cada día más decadente. Más cagón. Me estoy volviendo un vago maricón y sin vuelta atrás. Este síndrome de arrugón al parecer comenzó después de que me golpeara el matón del café.*
En fin, todo sea por el Papagayo. Sé que el regalo lo disfrutará en su pieza. Le estoy llevando un discazo. Ojalá que lo ayude en su problema de memoria y pueda recuperar pronto su libertad condicional aquel noble mongol.


*(Revisar el relato: ¿Un Café? SEGUNDA PARTE)