20/8/07

Renuncio al Volante


No es que sea un mal conductor, pero he decidido no manejar más en Santiago. Es que las calles de nuestra capital se han convertido en un peligro sin precedente. Mucha violencia, mucho pendejo con cara de huevón al volante y mucho empresario que piensa que porque posee un auto superior a la media, puede pasarse por la raja al resto del mundo. O sea, resumiendo, un pelotudo con un auto cagón como el mio, en verdad está cagado en esta cuidad. No tiene cabida en la vía. No hay más vuelta que darle.

No es que me haga la víctima, ni tampoco me siento un relegado de la ruta porque el 99,6679% de los otros conductores tienen mejor auto que el mio. Lo reconozco, yo también he puteado a la vieja que va dejando la cagada a su paso, tampoco he respetado el paso de cebra cuando veo a una anciana indefensa tratando de cruzar la calle y menos me he preocupado por los usuarios de Transantiago amontonados en los paraderos cuando llueve y los mojo con la rueda de mi automóvil de cuarta. Lo admito, una y mil veces, pero lamentablemente yo también nací en esta ciudad y tengo mis vicios como todos ustedes.

Pero más allá de mis pequeños errores, la realidad en la calle ha sobrepasado todos los límites de mi paciencia. No sé si será porque cada día hay más mujeres con autos nuevos a una edad muy temprana (onda 27 años) o si es porque ya nadie quiere utilizar el transporte público y sale con cualquier mierda a la calle (como era mi caso). Pueden ser muchas los factores responsables, pero una cosa está clara: entre las 6:00pm y las 8:30pm, nuestra gran capital se transforma en un monstruo de dos cabezas, panzudo y con siete tetas. Aun cuando en la calle se vean especimenes parecidos al descrito anteriormente, no necesariamente unos quiere encontrarse con alguien así todo los días.
Conducir en Santiago se está transformando en una mala película de terror, vista en un cine con pésimo audio y sentado al lado de un pendejo con olor a culo. ¿No les ha pasado? Bueno vayan ha ver una película a la hora que van todos los pendejos hediondos a caca de Santiago, suerte en la misión.
Volviendo a mi renuncia a manejar, también tengo que aclarar que no volveré a utilizar el transporte público, ya que está cada día peor.
Antes de ese trágico 10 de febrero (día negro para la humanidad chilensis) las micros amarillas eran lo peor, era una mierda de servicio, pero era una mierda que funcionaba "en la medida de lo posible". Nos prometieron que olvidaríamos a esas guatonas que te envuelven en sus rollos de grasa en pleno centro, que no tendriamos de compañeros de viajes a esos pendejos lanzas que te dejan empelota antes de que parta el bus y que nunca más cohabitaríamos con esos viejos hediondos parados al lado tuyo, que creen que mojándose el pelo se le quita el olor a sobaco de nueve días sin ducharse. ¡¡¡Mentira señores!!!
Ahora la realidad es la misma, los mismos personajes de siempre, pero con el agravante que el nuevo sistema de transporte no sirve ni para limpiarse el poto después de una gran cagada (esas que todo mundo alguna vez tuvo o tendrá). Menos mal que iba a mejorar el transporte público. Gracias señores del Gobierno, pero con esto de “tengan paciencia” y no sé cuantas otras sandeces más, solo les puedo decir: Váyanse a la chucha con su Transantiago y sus weas raras. No hagan más cagadas, por favor. Y a la derecha les digo: Nerds culiaos, papalotes con cara de tula (esa ofensa es gratis, pero tenía ganas de decirla).
Bueno, después de mi descarga política, sólo puedo decir que la bicicleta es la mejor opción para recorrer esta ciudad. Si señor, ¡¡¡la bicicleta!!! Y para que nada atormente mi viaje, antes de salir me fumaré un buen troncho para paliar la mala onda de los conductores y el smog de la capital. He dicho. Hasta luego.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

uuhh, te deben llover las minas con tu super bici

Anónimo dijo...

uhh, te deben de llover las minas con tu super bici.

Anónimo dijo...

te sugiero usar una bici de mina para que no te hagan dedo